jueves, 17 de noviembre de 2011

La vida es magia


por
José Luis Gallego
Reflexiones sobre Ema, la vida


Ema tiene el flequillo hasta las cejas, ojos grandes, un vestido naranja, mide algo menos que un metro y es muy linda. Hace un rato salió desde su mamá y ahora, termina el primer garabato de su vida y me mira. Si tendría que fundamentar la existencia de Dios, diría que flota en su mirada.

Más acá, de ser un padre baboso, explicaría que, para mí, el misterio viaja en la magia que compone el código genético, que perpetua la vida. La capacidad de recrearnos que tenemos los humanos, que transforma suspiros y placer en personitas. Desde una pequeña célula hasta un ser completo, complejo y, complicado.

No me imagino a una divinidad barbuda que señala con el dedo, castiga, controla y acumula. Mucho menos con violencia, bombas y guerra; que canjea el paraíso por la inmolación. No, para nada. Creo, que la divinidad no es explicable, aquello que podemos explicar ya no es divino. Finalmente, la última respuesta a todas las preguntas es un gran secreto, un misterio. Si se observa a través de ese misterio, se puede pispiar a lo divino.

Pero, en general, la humanidad ha reemplazado ese caminito que conduce al paraíso, por un sistema de reglamentos, premios y castigos; el consumo, la violencia y el dinero. La religión no es necesariamente religiosa y la fuerza inexplicable de la vida, pasa delante de nosotros sin que podamos comprenderla.

No tenemos, por lo menos de este lado del charquito en occidente, una educación de la espiritualidad práctica para admirar la vida y la existencia. Y, sin este conocimiento, resulta difícil la comprensión del fenómeno de la vida, la muerte y, el respeto que esto implica.

Una experiencia de comprobación de que el yo, el ego, es superado infinitamente por el hecho de la vida misma. Que, por más ricos, eruditos, soberbios, poderosos, o violentos que seamos, jamás, podremos crear algo como nosotros mismos. Seres exquisitamente complejos e individuales, que habitan un mundo azul, maravilloso e irremplazable.

No se trata de un cambio ideológico, sino una experiencia práctica que implica hacernos conscientes de la existencia.

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